Nuevas añadas en el horizonte: lo que nos trae 2023

Cada nueva añada es como abrir un cuaderno en blanco. La de 2023 la recibo con una ilusión especial: ha sido un año de matices, con una primavera suave y un verano seco pero equilibrado que permitió que la uva madurara con calma, sin prisas, casi al compás de su propio pulso.

Para mí, 2023 también significa un hito personal: es el primer año de vinificación de la parcela que adquirí en Labastida, plantada en 1950. Es un lugar con un alma única, que he querido bautizar con el nombre de mis hijos, Vera y Javier: Veravier. Cada racimo que nace allí lo siento como un legado que ellos, algún día, también podrán hacer suyo.

Los vinos que ahora presentamos tienen algo que me emociona: frescura vibrante, taninos pulidos, una expresión muy honesta de lo que son. Entre ellos, La Bendecida y Buradón se revelan con una delicadeza floral sorprendente, sostenida sobre un fondo mineral que me recuerda, cada vez que lo pruebo, al suelo del que procede.

Este año lo viví como un ejercicio de escucha. No he querido imponer nada, sino acompañar. Y la verdad es que los vinos hablaron por sí mismos.